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martes, 14 de junio de 2016

De Mutatá a Turbo

Nuestro ángel de la guarda en Mutatá es un conserje llamado Carlos, que ha aparecido de la nada cuando nos disponíamos a montar la carpa en un descampado con vistas a un mar de luciérnagas que parecía un cielo lleno de estrellas fugaces. Este señor nos ha guardado el equipaje y las ciclas a buen recaudo además de permitirnos usar los baños, en una especie de macrociber público. Nos ha enseñado las instalaciones y nos ha aportado tranquilidad extra. A la mañana siguiente, osea el lunes, después de curarme el codo en el hospital, cogemos una recta de 56 kilómetros rodeada de campos verdes con vacas y búfalos pastando, que nos lleva a Chicorodó, un pueblo tan feo que después de dar vueltas buscando alojamiento decidimos cojer un autobús a Turbo, que resulta más feo aún y encima tenemos una sensación de inseguridad que nos hace salir del hotel lo justo. Éste trámite es necesario porque es la forma de llegar a Capurganá, que es nuestro actual objetivo.











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