La lluvia ha estado presente toda la noche e intermitente por la mañana. Cuando se ha secado la "carpa", tienda de campaña acá, hemos esperado a que cesara el interminable chorro de turistas para dejarles espacio y pudiéramos salir de la jungla en el mototren. Abandonando San cipriano nos dirigimos a Cali, capital de la salsa. Cuando llegamos, la casualidad nos sonríe y nos volvemos a encontrar con Oscar con el que hacemos planes para conocer las maravillas que encierra esta ciudad llena de ritmo y alegría. Este acogedor y caliente núcleo urbano nos da sensación de seguridad por la omnipresencia policial que por otro lado nos hace preguntarnos porque es necesaria.
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